La
visita
M.
Night Shyamalan recupera su mejor cine con La visita,
una potente comedia terrorífica, y para ello se ha unido a Jason
Blum, productor de Paranolmal Activity, Insidious
y Whiplash entre otras. Nada malo puede salir con esta
pareja al frente.
Becca
(Olivia deJonge) y Tyler (Ed Oxenbould) van a pasar una
semana en la remota granja de sus abuelos maternos (Deanna Dunagan
y Peter McRobbie), a los que no conocen, y así darle espacio
a su madre (Kathryn Hahn), para que pueda tener unas
vacaciones con su nuevo novio.
Becca
decide grabar un documental sobre la juventud de su madre en la
granja con la excusa de descubrir qué cosa horrible sucedió para
que lleve años sin hablarse con los abuelos. Becca y Tyler pronto
descubren que pasa algo extraño con sus abuelos.
Parece
que, por fin, Shyamalan, el rey del suspense contemporáneo,
se ha dado cuenta de que lo suyo es el cine de autor, con presupuesto
relativamente bajo, pero guiones perfectos, y no las
superproducciones con efectos especiales espectaculares y guiones tan
flojos. Mientras que en Airbender, el último guerrero
o After Earth podrían haber estado dirigidas por
cualquier director y no notaríamos mucha diferencia, en La
visita se percibe perfectamente su esencia.
Después de su experiencia, el propio director afirma que prefiere trabajar mano a mano con su equipo técnico y artístico, rodar en espacios reales con pocas semanas de preparación, y que nadie le regale 200 millones de dólares para hacer una película que no muestra su personalidad.
Después de su experiencia, el propio director afirma que prefiere trabajar mano a mano con su equipo técnico y artístico, rodar en espacios reales con pocas semanas de preparación, y que nadie le regale 200 millones de dólares para hacer una película que no muestra su personalidad.
Shyamalan
es capaz de inquietar al espectador en cualquier situación,
especialmente los ambientes costumbristas. En este caso nos
encontramos en una casa de campo más o menos moderna, con sólo
cuatro personajes y situaciones de comedia (negra), y aún así
consigue perturbar.
La
película está realizada con la técnica de metraje encontrado, se
trata de un documental que está haciendo una chica de 16 años, por
lo que las limitaciones técnicas quedan patentes. Un ejemplo es la
ausencia de banda sonora, ya que un amateur como Becca no tendría
acceso a un compositor que la cree expresamente para ella. Este hecho
hace que las escenas de terror sean más potentes, es mucho más
inquietante ver una película silenciosa, en la que resalta la
respiración y los pasos, que una que te marca todos los ritmos, lo
que tienes que pensar y sentir a cada momento.
La cámara se mueve, pero no llega a molestar ni marear, ya que usa trípodes o mesas para apoyar la cámara como lo haría cualquier cineasta. Usa este recurso muchísimo mejor que otras películas que se han hecho famosas por el simple hecho de utilizarla.
Shyamalan
también utiliza la cámara diegética como excusa para poder
realizar planos imposibles, demasiado escorados, que cortan la cabeza
de algún personaje, que no muestran la acción en alguna ocasión,
etc. Durante todo el documental de Becca chocan el pasado, resente y
futuro del audiovisual, enfrentándse la cuidada puesta en escena de
ella y la naturalidad informal del reality y el estilo youtuber de su
hermano Tyler.
La
visita juega entre lo paranormal, lo demoníaco, las
enfermedades mentales propias de la edad y algo más. Como en sus
mejores películas, en La visita también hay un gran
giro de guión perturbador, casi tan impactante como el de El
sexto sentido o El bosque (mi favorita), pero
con otro tratamiento muy diferente. Como Wes Craven, ha optado
por reirse de su cine (incluso los mejores cineastas son
maltratados), busca la redención por haber hecho dos
superproducciones flojas (nos tenía muy mal acostumbrados con sus
potentes películas, cada una era mejor que la anterior).
P.D.: A
partir de ahora no volveré a decir tacos, todo serán Shakiras,
Rihannas y Lady Gagas.